Encontramos
la justificación de la Pedagogía
Hospitalaria, en los efectos psicológicos, sociales y educativos
de carácter negativo, que la hospitalización puede causar, tanto en el
propio paciente como en su familia.
Es un hecho
que la hospitalización puede suponer una experiencia estresante y
asociarse con consecuencias psicológicas adversas tales como:
-
Alteraciones comportamentales (tales como agresividad, conducta de
oposición, falta de adhesión al tratamiento médico, trastornos de
sueño, de apetito, respuestas de evitación, mutismo y dependencia
afectiva).
-
Alteraciones cognitivas (déficit de atención o dificultad para
concentrarse).
- Alteraciones emocionales (ansiedad,
miedos y temores; depresión, apatía o falta de interés por las cosas).
Además,
estos problemas se agravan por las consecuencias de la propia
enfermedad (fatiga, cansancio, dolores, malestar,...) y por las
características y la organización de los centros hospitalarios
(uniformidad, monotonía,...). En esta línea son cada vez más los
hospitales que rompen con esta rigidez a base de cambios
arquitectónicos y decorativos.
Si nos
ceñimos a los documentos y a la legislación en materia de Pedagogía
Hospitalaria, desde la LISMI de 1982 hasta el RD de Compensación de
Desigualdades en Educación de 1996, vemos que los actuales sujetos de
la misma son los niños enfermos y hospitalizados o convalecientes en
edad escolar, escolarizados en los niveles de infantil, primaria y
secundaria. Esto puede suponer un reduccionismo que hay que evitar, en
cuanto a la edad de los niños que deben ser atendidos en los
hospitales. Es decir, los niños de 0 a 3 años podrían quedar
desatendidos, al igual que aquellos mayores de 16 años que hayan
finalizado la educación obligatoria.
La labor del
educador hospitalario debería comenzar desde el mismo momento en que
el niño ingresa en el hospital, independientemente de la enfermedad que
padezca o de la duración de su estancia hospitalaria. Estas
características habrá que tenerlas en cuenta, obviamente, para tomarlas
como punto de partida y referencia para la elaboración de programas de
intervención específicos para cada niño. Pero nunca serán factores
excluyentes para dejar de atender pedagógicamente a un niño. Hay que
tener en cuenta que en diversos hospitales europeos si el niño no va a
estar ingresado un mínimo de días no se le considera susceptible de
atención pedagógica, ni se le ofrece la posibilidad de asistir al aula
hospitalaria.
La finalidad
de la Pedagogía Hospitalaria, coincidiendo con la finalidad de la
educación, está en el desarrollo integral de la persona. Sin embargo, y
ciñéndonos a la legislación vigente en esta materia, hay que afirmar
que el objetivo principal de la Pedagogía Hospitalaria se centra
actualmente en procurar que los niños no pierdan el ritmo escolar
durante la situación de ingreso hospitalario. Esta finalidad no es algo
cambiante, sino que la podemos entender como algo permanente de la
Pedagogía Hospitalaria, que debe ir más allá del mero currículo
escolar.
Para lograr
sus objetivos la Pedagogía Hospitalaria se sirve de los siguientes
modos de intervención: la enseñanza escolar, las actividades lúdicas,
la orientación personal y las estrategias psicopedagógicas específicas
de intervención: estas estrategias conforman los programas de
preparación a la hospitalización infantil y entre las más empleadas
están: la información procesual y sensorial, los modelos filmados, las
técnicas de relajación, la distracción, la imaginación guiada y el
tour.
Junto a
esto, no podemos dejar de lado, como otro modo de intervención novedoso
y de futuro, el empleo de las nuevas tecnologías en el campo de la
Pedagogía Hospitalaria. De hecho, son ya muchas las diversas
iniciativas llevadas a cabo en distintas aulas hospitalarias, que están
procurando la comunicación entre ellas a través de la conexión a
Internet. Estamos ante un recurso potencialmente útil para fomentar el
contacto entre niños que viven la misma situación en distintos
hospitales, relacionando al niño enfermo con el mundo exterior e
incluso, para conseguir que pueda continuar sus cursos ordinarios a
través de la conexión con su colegio de referencia.
Tampoco debe
dejarse de lado a la familia de los pacientes. La hospitalización
infantil conlleva una serie de repercusiones negativas sobre la familia
que, además, se agravan si se acompaña de un diagnóstico de
enfermedad crónica:
- El impacto
psicológico (ansiedad, estrés,...).
- El impacto físico (alteración del sueño,
de las relaciones sexuales,...).
- El impacto ocupacional (bajas laborales,
importantes gastos económicos,...).
- El impacto social (sentimiento de que la
gente les evita, ruptura de las relaciones sociales,...).
La
hospitalización puede tener también un impacto significativo sobre el
resto de los hermanos. El niño enfermo llega fácilmente a convertirse
en el centro de la familia y de esta forma los hermanos suelen sentirse
a menudo rechazados o sobrecargados de responsabilidades. Algunos
llegan, incluso, a sentirse culpables y con cierta responsabilidad
sobre la condición en la que se encuentra su hermano o hermana.
Uno de los
cambios que plantea la sociedad actual es el mayor protagonismo que van
adquiriendo los abuelos en el cuidado y atención de los nietos. La
progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral, junto con la
reducción de la edad de jubilación y el aumento de la esperanza de vida
en la población, son factores que potencian este hecho. Así, los
abuelos se van convirtiendo también en agentes activos a la hora de
atender a sus nietos durante el periodo de enfermedad y
hospitalización.
Todo lo
dicho hasta aquí conduce a la necesidad de diseñar y aplicar programas
de intervención psicoeducativa en el ámbito de la hospitalización
infantil, que incidan de manera especial sobre la familia.
La
actividad ludica con niños hospitalizados
Repercusiones físicas y emocionales en el niño hospitalizado
El niño oncologico
Planes de Actuación Domiciliaria por comunidades autónomas
Repercusiones físicas y emocionales en el niño hospitalizado
El niño oncologico
Planes de Actuación Domiciliaria por comunidades autónomas